viernes, 12 de septiembre de 2014

LEÓN EL AFRICANO -- AMIN MAALOUF


Hoy me han devuelto un libro. Este acontecimiento merece ser comentado de manera que no quede en la memoria en forma de mito o leyenda. Es un hecho cierto, es real: “un compañero con nombre y apellidos me ha devuelto un libro”. Y además no me lo ha devuelto por desinterés (es tan malo que ni lo quiero) sino que ha sido al revés: le ha encantado.
Comentado este hecho procedo a desentrañar de qué obra de arte estoy hablando: “León el africano” del libanés Amin Maalouf.
Os contaré que empecé a leerlo durante una estancia en el extranjero hace más de veinte años. Me habían hablado de él unos meses antes. Busqué una librería que tuviera libros en español (había una en esa ciudad) y allí estaba. Lo compré por eliminación. Sin embargo, a los pocos días de haberlo empezado comprendí que tenía un problema. Sin apenas darme cuenta me había leído la mitad del libro. Era apasionante. Pero no tenía diez mil hojas. Así que decidí frenar el ritmo de la lectura. A esa velocidad iba a terminarlo demasiado pronto y quería alargarlo lo más posible. Como quien decide beber la copa de vino a sorbos más pequeños. En algún momento incluso bastaba mojarse los labios para paladearlo. Pero aún así, se terminó. Después de haberlo leído, llevado por el impulso (me ocurre a menudo) devoré de una sentada todo lo que encontré de ese autor (Samarcanda, Jardines de luz, La roca de Tanios, El primer siglo después de Beatrice, Las cruzadas vistas por los árabes…)
Y al final, años después, la sorpresa: ojeando un libro sobre grandes viajeros descubrí que se trata de un personaje real: un granadino del reino nazarí de Granada (aquel país que poco después dejó de existir al ser conquistado por Castilla).
Como nota final os diré que han pasado 22 años desde que lo compré y hoy, comentando el libro con mi compañero hemos ido recordando pasajes del mismo y, sí, recordaba casi todo. Pocos libros se han asentado tan profundamente en mi memoria. Aunque eso, como casi todo en esto de la literatura, es subjetivo.
Por cierto, en ocasiones lo he visto en ediciones muy, muy, muy baratas (dos y tres euros)

miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA MUERTE DE VIRGILIO -- HERMANN BROCH



Si, aprovechando que ha pasado el veranito, lo que se quiere es seguir durmiendo la siesta sin cinturón y con ronquido pleistocénico, recomiendo "La muerte de Virgilio" de Hermann Broch. Una obra maestra que dudo que alguien haya terminado jamás. Bellísimo, mágnífico, grande, poderoso, pero insoportable... Cinco minutos leyendo después de comer garantizan dos horas continuadas de placer primario... Es fantástico. Marcel Proust a su lado es Tarantino... Y si alguien consiguió terminarlo, por favor, que dé un paso al frente, se manifieste y asuma su papel de guía espiritual. En fin, si alguien lo quiere intentar, que no se acobarde. De una manera u otra lo ha de disfrutar. Su tremenda belleza apabulla. Es poesía. Diez millones de versos uno detrás de otro. Yo no pude con él.

EL AÑO DE LA MUERTE DE RICARDO REIS -- JOSÉ SARAMAGO






Terminado "El año de la muerte de Ricardo Reis" de José Saramago. Es un libro, creo que magnífico, en el que el gran Saramago se pasa gran parte de la trama abriendo vías y caminos, posibilidades, que cierra a continuación sin que le tiemble el pulso. El resultado es que deja, eso sí, a los lectores con la sensación de habernos roto la cintura con una finta digna de un atleta. Porque no solo cierra ese camino sino que además la resolución que nos ofrece y el nuevo camino que nos abre no es nada forzado y es sustancialmente mejor que el que instintivamente estábamos esperando. De manera magistral consigue que digamos, claro, lo normal. ¿Cómo no lo había sospechado? Y sin embargo ni por asomo habíamos previsto ese giro.
El final (ya que el título mismo hace que lo estemos esperando) es magnífico y elegante, poético. No deja mal sabor de boca en absoluto, pero no nos permite cerrarlo de golpe. Lentamente cae la última página y tras ella, al comprobar que ya no hay más, la contraportada. Ya ha terminado. Se fue. No hay mucho más que decir. El lector se encoje de hombros y mira hacia la pared. ¿Eso es todo? Y sí, eso es todo. Adios.
Me ha encantado. Además enseña parte de la historia de ese país que está al lado del nuestro y que no conocía, que de alguna manera creo que tenemos olvidado.


Hace unos meses alguien (no recuerdo su nombre) de un grupo de lectura recomendó encarecidamente "la Perla" de Steinbeck. Tanto la defendió que estuvo dispuesta a batirse en duelo al amanecer con quien fuera, a florete, espada, pistola, navaja o, si el rival valía la pena, a bocados. Bien, no pude resistirme a semejante recomendación y compré la obra. La he leído en tres días. Tres viajes de metro en mi caso. Es una novela corta.
Vale, no sé si justifica un duelo a muerte, pero una buena batalla, dialéctica o carnal (bofetadas, puñetazos o mordiscos) sin duda sí lo vale. No ofrece concesiones, ni las da. No alarga los párrafos con descripciones ricas en adjetivos. Ninguna frase es gratuita. Y la acción es ágil, cruel, injusta, odiosa a veces. Las miserias y las grandezas humanas sobre el papel. Ningún personaje parece irreal. Son ciento veintitrés páginas casi perfectas.
En fin, con sus dimensiones, es sin duda, una gran obra. Es como un buen perfume, o tratándose de lo que trata, es, en este caso literalmente, una perla preciosa.
Gracias a quien insistió

jueves, 4 de septiembre de 2014

CIEN TÍTULOS



Ella me entregó una lista con cien títulos.
—No te puedes morir sin haber leído antes estos libros —conocía mi afición enfermiza por la lectura. Durante cincuenta años me había suministrado libros de uno en uno. Me acarició con el corazón gastado y un leve color violeta en los labios—. La lista del amor y el saber absoluto —la llamó—. Pronto tendrás que conseguir los libros por ti mismo, querido.
—¿Qué ocurre? ¿Te encuentras mal, mamá?
—Nada que el tiempo no cure, cariño. No te preocupes.
Falleció poco después en su butaca del salón. Me quedé a su lado en silencio. Pasado un tiempo salí a buscar los libros de la lista. Algunos fue sencillo encontrarlos. Otros, en cambio, tuve que buscarlos en librerías, bibliotecas y almacenes de libros usados. Completé la lista.

CIEN TÍTULOS 1

Junté mi tesoro y lo apilé en pequeños montones. Los metí después en una habitación. A continuación fijé la puerta con goznes metálicos y los cerré con un candado. Regresé al salón y arrojé la llave por la ventana. Entonces me senté a leer junto a mi madre.


CIEN TÍTULOS 2


Cerré después la puerta de casa con llave y la tiré por la ventana. Entonces me senté a leer junto a mi madre.