sábado, 14 de junio de 2014

Historia compartida. Parte VIII por Fernando Sanz

Hace un par de días en la página del taller me enteré de que había en marcha una historia compartida en 10 partes. Me pareció que podía ser un ejercicio muy interesante. Pregunté, me informaron, me ofrecí, me aceptaron. Y de todo eso ha salido esto que ahora os muestro. En fin, espero que os guste.

Anteriormente en "Historia compartida":

http://soymoriapuch.wordpress.com/2014/05/17/historia-compartida-parte-1-por-moria-puch/

http://astarteh.wordpress.com/2014/05/16/21/

http://ladesdichadesersalmon.wordpress.com/2014/05/18/historia-compartida-parte-3-por-aurora-losa/

http://ladesdichadesersalmon.wordpress.com/2014/05/21/historia-compartida-i-parte-iv-por-sebas-cano-2/

http://primeranaturaleza.blogspot.com.ar/2014/05/historia-compartida-parte-v-por-denise.html#comment-form

http://beyond-kag.blogspot.mx/

http://cuentoshistoriasyotraslocuras.wordpress.com/2014/06/08/historia-compartida-parte-7/


Gino corrió tras ellos mientras pudo.
–¡Gian! –gritó–. Resiste, hermano. Voy a por ti. ¡Gian!
Corrió dejándose la vida a cada paso. Un par de veces se detuvo y buscó a ciegas algunos cantos en el suelo para lanzárselos a la bestia con la esperanza de darle en la cabeza y hacer que se detuviera, aunque fuera para atacarle a él. Siempre había tenido buena puntería pero disparar a ciegas y hacerlo además contra algo que se movía a semejante velocidad era algo casi imposible. Inmediatamente después de tirar la piedra tornaba a correr. A correr con todas sus fuerzas aunque sintiera que su pecho fuera a estallar o las piernas fueran a dejar de responder de un momento a otro, aunque le doliera cada paso que daba. Pero aún así no conseguía evitar perder terreno. La bestia avanzaba a una velocidad mucho mayor que la suya, pese a cargar con el peso muerto de Gian. Al fin se sentó agotado en el suelo. Desesperado se cubrió la cara con las manos, se abrazó a la tierra y se revolcó arrojándose polvo sobre su cara y su cabeza. De repente, como un animal que olfateara una presa, se detuvo, se quedó parado y levantó la cabeza. Se puso en pie de nuevo. Con paso firme regresó a la casa. Sabía dónde debía ir si quería liberar a su hermano. Sabía dónde debía ir y cómo acabar con la bestia. En cuanto entró en la casa buscó en la cocina el cuchillo que su madre usaba para degollar las gallinas y los conejos. Pequeño y muy bien afilado. Buscó a continuación uno de los palos que usaban para varear las almendras de las ramas más altas en la época de la cosecha. Con cuidado ató el cuchillo a la punta hasta que quedó perfectamente ensamblado. Después se guardó en el cinturón el cuchillo grande que usaban para cortar las hogazas de pan.
–Madre –gritó a la noche desde la puerta por si la noche le contestaba, pero ésta calló –. Hermanos, os necesito, por favor –suplicó, pero la voz se perdió entre las siluetas de los árboles del camino que se recortaban en la oscuridad contra las estrellas –. Por favor, salid ya. Donde quiera que estéis, ayudadnos.
No esperó respuesta. Con cuidado ató un trozo de tela de saco en un palo y lo impregnó en aceite. Después lo introdujo en el barril de petróleo que usaban para el candil por las noches. Encendió a continuación un puñado de leña menuda en la chimenea que utilizaban para calentarse en invierno. Arrimó al fuego la tea para que prendiera. Vertió el resto del petróleo y lo mezcló con aceite en una vasija que taponó con fuerza con una tela y el corcho. Se la ató con cuidado a la espalda, cogió la antorcha, el palo con el cuchillo y salió al camino.
–Resiste, Gian –gritó al abandonar la casa y emprender el camino.
Andaba veloz, como si volara por encima del polvo nocturno. Las sandalias de cuero con la punta de esparto le protegían los dedos contra las piedras. La luz de la tea dibujaba figuras caprichosas en las piedras y guijarros. Los alargaba y agrandaba. Bailaban sus sombras con el viento y la carrera que movía la llama. Llevaba varios minutos andando iluminado por la luz de la antorcha cuando se volvió a contemplar la casa. Pero nada indicaba que sus hermanos o su madre hubieran aparecido. Ningún resplandor, por leve que fuera, se veía en la mancha oscura en la que debía estar la casa. Apretó fuerte el palo y retomó el camino. Al final sabía que encontraría el inconfundible olor de la carroña, los restos ácidos de la vaca, los cuervos ahítos como cerdos dormidos en las ramas. El olor de la sangre putrefacta y coagulada. Si se habían entretenido en colgar en el bosque a sus presas, en el bosque debía estar su refugio.
El camino serpenteaba con las ondulaciones del terreno y la luz de la antorcha se dibujaba en la oscuridad como un círculo de fuego, a veces rojizo a veces azulado, que tan pronto estaba arriba, rozando las estrellas, como se sumergía en la tierra hasta desaparecer dejando sólo un áurea que se intuía oculto hasta volver a aparecer como un círculo de fuego al subir el siguiente alto. Entonces Gino pisó el suelo húmedo de la sangre de vaca, pastosa y fría bajo la capa reseca de la superficie. Se detuvo e iluminó el suelo con la antorcha. Después la levantó y miró lo que tenía delante. Ante él algunos perros carroñeros habían bajado al valle desde la montaña y le observaban en silencio con el cuerpo en tensión, dispuestos a defender su presa. Sus ojos brillaban a la luz del fuego como tizones. Alguno enseñó sus dientes, pero no ladraron. Parecía que no quisieran descubrir su presencia. Gino apuntó el palo hacia ellos y movió la antorcha dibujando un círculo. No le habían rodeado. Estaban sólo frente a él. Dio un paso hacia atrás y lentamente fue retrocediendo. Los perros no se movieron. En cuanto se alejó volvieron a seguir con su tarea silenciosa de acabar con los restos de la vaca. Gino dio un amplio rodeo dejando a la vaca y a los perros a su derecha entre sombras y siguió acercándose al bosque que se dibujaba al contraluz. Antes de darse cuenta se encontró iluminando cadáveres colgantes como sonajeros rígidos. El viento los mecía con suavidad de aquí para allá, se rozaban, casi podría decirse que se acariciaban, que besaban sus cuerpos sin cabeza y sin labios, pero no sonaban, no hacían ruido. Algunos parecían gigantescos nidos colonizados por todo tipo de insectos. Entonces los vio.
–Maldición –exclamó en voz baja.
Ante él, en un profundo vado que descendía algunos metros más allá, semioculta entre los árboles, la bestia se removía lentamente. A su alrededor cientos de flores desconocidas que parecían de cristal reflejaban la lejana luz de las estrellas y la convertían en cambiantes destellos de colores mientras pequeños pájaros luminiscentes volaban de rama a rama persiguiéndolos. Se acercó sigilosamente. Desde allí pudo ver como la bestia lamía la cara de Gian. Le pasaba las manos como sarmientos con sus enormes uñas por la cabeza, acariciando lo que le quedaba de pelo. Le susurraba algo parecido a una canción imposible de entender. Gian emitía dolorosos y silenciosos quejidos. Gino dejó la antorcha en el suelo para que su luz no llamara la atención. Después le tocó el turno al palo. Lo dejó en el suelo y se quitó la vasija con petróleo de la espalda. Volvió a armarse con el palo en una mano y el cuchillo del pan en la otra y se acercó aún más dando un rodeo hasta colocarse detrás de ella. A continuación avanzó. La bestia acunaba a Gian entre sus largos brazos y le balanceaba como siempre le había visto hacer a su madre. Ya estaba a la distancia suficiente para arrojarle la lanza. Sabía que con eso no la mataría. Pero tendría que soltar a su presa. A su hermano. Luego quizás tuviera una oportunidad con el petróleo. Levantó el brazo. Entonces algo de lo que la bestia cantaba le llamó la atención. No era posible entenderlo. Ni siquiera era un idioma. Ni siquiera eran palabras. No pasaban de gruñidos. Pero había algo familiar. Algo conocido. Entonces se estremeció. No era posible, pero evidentemente lo era. Gian levantó la cabeza con los ojos cerrados y echó los brazos al cuello de la bestia. Era su música. Era la música que siempre les cantaba su madre para dormir.
–Mamá –susurró Gian con una voz deforme y deformada.
Abrazada a la bestia abrió lo ojos y se quedó quieto, mirando a Gino, en silencio. La bestia se dio cuenta de que algo había a sus espaldas. Soltó a Gian y se giró a gran velocidad. De su boca salió un terrible gruñido enseñando unos colmillos amenazadores. Pero no se movió. Gino tampoco. Dejó caer la lanza.
–Madre, ¿eres tu?

14 comentarios:

  1. Vaya, esto se pone cada vez más interesante. Espero ansiosa la resolución de la historia. Ya sólo quedan dos...

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  2. Buena Fernando, solo hay un pequeño detalle, el genero del monstruo. Odio ser tan detallista, pero si relees la parte 7 veras lo que te digo. Fuera de eso me gusto mucho el lugar hacia donde mandaste la posible solucion de la historia.

    Saludos

    José Torma

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    1. vaya, tienes razón. Mierda. Claro, el problema es que me he dejado llevar por el capítulo anterior, el sexto, en el que se habla de los hermanos, cuatro niños y una niña, y su madre. Por eso los llama en la noche. Supongo que instintivamente identifiqué como su madre a la figura monstruosa que rapta al pequeño. Y resulta que era el padre. Vaya por Dios. Se me ha escapado.
      En cualquier caso me alegro de que te haya gustado el "nido" que le he preparado. Me pareció interesante el contraste visual entre la belleza fantástica y placentera de ese espacio con luces y pajarillos con un par de bestias monstruosas dentro de él y rodeados de una "despensa" sórdida y hasta cierto punto antropófaga.
      En fin, lamento el error.
      Un saludo.

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  3. wenas Fernando ;) gracias por participar!! bueno, bueno.. se acerca el final y la cosa está cada vez más caliente.
    sobre lo del despiste del género.. bueno, no tiene por qué ser la misma criatura que se llevó a Gian. han pasado horas y siempre es posible que la madre también haya sido afectada, como el niño... que da en manos del próximo valiente poner en orden ese detalle.
    ahora a esperar que ese valiente de un paso al frente ^^
    un saludo, nos leemos!
    Sergio Mesa / forvetor
    http://miesquinadelring.com/

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    1. Pues honor a quien honor merece Sergio, la salida que propones es genial. Yo lei con lupa las 6 partes primeras, porque necesitaba encajar lo mas justo posible la vision alterna, el detalle de la mama y los hermanos si me brinco, pero por alguna causa, el hecho de que no se hablara del padre, me tiro a que el motivo de su ausencia era que se habia convertido en monstruo. De cualquier manera creo que sera una super labor terminar en dos capitulos mas. Ojala pronto brinque el siguiente valiente.

      Saludos

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    2. Totalmente de acuerdo con José en la valoración que hace de la resolución del "conflicto" sobre el género de la bestia que nos ofrece Sergio. Es una gran opción. Aunque tomarla o buscar alternativas dependerá del valiente que recoja el guante.

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  4. Excelente giro, lástima el problema del género de la bestia, porque la imagen de la madre acunando al niño me parece un hallazgo.
    Buen trabajo!

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  5. Interesante ejercicio y el giro que le diste. A ver en que termina todo!!!

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  6. fernando sanz félez22 de junio de 2014, 20:41

    Gracias, Kelly. A ver si se apunta alguien para continuar la historia.

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  7. Hola, Si aún se puede, yo quisiera continuar con la novena parte de la historia. Hoy acabo de descubrirla en el blog de Ichabod Kag, y me he quedado enganchada desde el principio, el rumbo que tomaron las cosas la hace cada vez más intrigante y no puedo estar más ansiosa por conocer el final de este estupendo relato. ¡Felicidades! porque han creado una historia genial, con los toques exactos de ternura, intriga y terror como pocas, si se puede, será para mi un honor continuar con ella.

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  8. Oeeee Oeeee Oeeee ya tenemos continuadora. Maria Od. Tuya es la historia para siempre. Haz buen uso de ella, no nos olvides y cuéntanosla después.
    Un saludo y buen trabajo.
    No olvides colgar la continuación en un comentario en este blog y en la página
    http://www.literautas.com/es/blog/post-7565/libro-del-taller-de-escritura-montame-una-escena-2014/
    de Literautas, donde nació. También hay un foro de Literautas en Facebook (lo acabo de descubrir). Así se facilita el seguimiento de la historia.
    Suerte.

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  9. bien, bien, bien... que ganas de ver cómo continúa la cosa! ;)
    María, piensa que el siguiente es el capítulo final, intenta ir atando cabos ^^
    que ganas de leerlo!
    Sergio Mesa / forvetor
    http://miesquinadelring.com/

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  10. Sera mega interesante ver como termina la historia. Te felicito Maria, no es facil y menos a estas alturas, la mejor de las suertes.

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  11. ¡Hola! Aquí está la novena parte de la historia compartida :)
    http://idilioenlaoscuridadtotal.blogspot.mx/2014/07/la-historia-compartida.html Ha sido todo un honor :)

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